Descubrir, “de vez en cuando”, la ciudad en que vivo, es una del las cosas que más me gusta.
Descubrirla con “ojos nuevos”, como los que tienen los turistas: todo te parece bonito, nuevo, diferente.
Y eso es lo que me pasa a mi también: salir de mi estudio, alejarse del ordenador; salir de los pensamientos, de las cosas que hacer; salir de los proyectos, salir de una rutina que te marca la vida.
Y Valencia, si la miras con ojos muy atentos, te ofrece muchas inspiraciones, rincones escondidos, espacios muy bonitos del que disfrutar con calma y mucha tranquilidad.
El fin de semana pasado opté por el Museo de Bellas Arte San Pio V, el Almudín y el Centro del Carmen, una ruta bastante clásica y “debida”.
En el Museo Pio V, además de la colección, se puede disfrutar de la exposición de Vicente Beltrán Grimal, una expo “simple” pero muy bien organizada, con un recorrido muy explicativo y claro.
Hay que dar una vuelta por las salas “Sorolla” y apreciar la habilidad técnica de este pintor. Hay también que pausar delante obras de arte maravillosas como, por ejemplo, las de Vrancke Van Der Stock (1420- 1495).
Del Museo Pio V hasta el Almudí el paso es muy breve: cruza el puente Trinita, camina todo recto por calle Salvador y llega directamente en un punto en que se te abre un escenario único, un cuadro en plein air: la Basílica de la Virgen de los Desamparados, el ábside de la Catedral, la plaza adyacente la Fundación Universidad Católica y la Cripta Arqueológica de la Cárcel de San Vicente.
En el Almudín, una joya de arquitectura, construido a principio del siglo XV, hay la exposición de Francisco Sebastián Nicolau, “Hilvanes”, una serie de 57 obras realizadas en los últimos 4 años.
La exposición ocupa completamente toda la superficie perimetral y, también, el corpus central: las obras se “repiten” una de tras de la otra y, a la vez, respiran de propia autonomía. Hay que acercarse y observar cada matiz, cada sombra, cada juego magistral que el autor valenciano, ha sabido crear.
El Centro del Carmen se impone majestoso en la soleada plaza del Carmen.
En el claustro gótico, al lado de la entrada, nos acogen grandes obras en cerámica del artista Arcadi Blasco.
“Ver visiones”, “De Rubens a Van Dyck” y “Sobre papel” son las otras exposiciones temporales que se encuentran en el Centro, hasta julio.
Pero sí que hay una cuarta que, personalmente, me ha llamado un poco más la atención.
Se trata de una retrospectiva del autor José Soler Vidal, conocido como Monjalés, pintor nacido en Albaida (pequeño ayuntamiento de la Comunidad Valenciana) y que, después de un largo tiempo, ha vuelto, en 2013, en su tierra natía.
Unas 50 obras que pretenden recorrer la vida artística del autor, pasando por diferentes tipos de lenguajes y sujetos representados. El retrato de su padre, una escena familiar, el paisaje nativo forman parte de una pintura más realista, donde, con pocos colores y líneas, el autor consigue regalarnos escenas de vida cotidiana.
En la segunda sala lo que nos más llama la atención es el juego cromático impresionante, donde, el color morado, es el hilo conductor de esta serie de obras. Los personajes se repiten y se alternan entre ellos en movimientos muy teatrales; son personajes estilizados y dados por unos contornos acentuados (azul, negros, etc). Observamos lo fuerte que es la referencia a la pintura de Hieronymus Bosch: hace falta acercarse y ver todos los detalles más pequeños en cada cuadro.
En la tercera y cuarta sala, nuestro teatro cambia escenografía: los cuadros son fuertemente matericos y protagonizados por símbolos astrológicos.
A veces, el cuadro se transforma en pura mancha de color y, a veces esta misma mancha, parece quebrar el fondo oscuro de la tela. La última sala acoge cuadros en que el pintor parece haber privilegiado la estética a la técnica: el material ha sido más tratado, manipulado e investigado.
Una exposición guiada, muy linear, histórica diría que, sin duda, nos acerca a otro muy buen autor valenciano.
Hasta el 29 de junio en el Centro del Carmen y, hasta el 7 de septiembre, en la Fundación Chirivella Soriano (Valencia).
Barbara Bacconi
Art Curator