Para no perderse en recorridos laberinticos que pueden dar pie a miles reflexiones, preguntas y probables enlaces psico filosóficos relacionados con el video de Gregor Schneider, es mejor empezar con una breve descripción de esta pieza de 1985.
Empezamos entonces desde elementos escenográficos evidentes: una casa, domicilio y propiedad del autor; una cámara que el artista lleva en su espalda para capturar un “hecho” del cual hablaré; la complicidad de la noche y la oscuridad de la vivienda en la cual, una luz fija se abre paso dentro de un camino; el ruido, constante y lleno de ansiedad, claro efecto de movimientos violentos, desplazamiento de objetos, resultado de pasos pesados.
Después de otra reorganización el artista invita, a través de una carta, a algunas personas para que vengan a su domus, con la intención de pasar algún tempo con ellas, tomando un café o degustando pasteles.
Estas son las historias de los que visitan la casa.
Yo debo partir desde otra perspectiva, es decir observar lo que hace el artista en el “antes” de cada invitación, o sea en los momentos de la intervención en su casa. Entonces, empezar desde el primer “ciack”.
El artista, desde el primer momento, parece invitarnos a seguirlo. Así, de esta manera, quedamos pegados al monitor unos 27 minutos examinando lo que está ocurriendo, sin darnos cuenta de que el tiempo pasa en una repetición continua de movimientos, sensaciones y emociones. Nos quedamos atrapados con la ingenua esperanza de que “algo cambie” aunque eso no vaya a pasar.
La oscuridad de la casa es evidenciada por una pequeña luz, situada en la espalda: dos elementos opuestos que van a crear el primer ìncipit emotivo que advertimos. Eso es dilatado gracias a otro elemento que enseguida se hace presente, es decir el ruido, que sin duda, es eco de acciones que se repiten, dirigidas hacia una búsqueda, dirigidas hacia un trabajo de construcción y destrucción.
Pues, el artista se mueve en una búsqueda en curso y, por lo tanto, nos preguntamos: ¿por qué lo hace?, ¿adónde va?, ¿qué quiere mostrarnos?
Para encontrar respuestas yo debo partir desde un punto, lo que considero el recipiente y, a la vez, un tableau vivant, es decir la casa.
La casa representa la base de la vida psíquica de un individuo y por lo tanto Schneider, con ese trabajo, podría hacer una especie de investigación mental.
¿Por qué razòn?: para ponerse en cuestión, para revalorizar las percepciones, los pensamientos, las emociones y las sensaciones. No sólo eso, la casa representa el refugio, el nido, la alcoba, la guarida, un lugar adonde volver. Ella nos protege, nos calienta, nos cuida. Pero, a la vez, nos separa del mundo.
Con ella ponemos un limex y, revalorizando los cimientos de la casa, también revisitamos estos confines: podemos fortalecerlos o derrumbarlos para crear nuevos y distintas relaciones col mundo.
En este caso sin embargo el autor juega en el cierre respecto a la abertura: construye para tapar, construye y destruye para crear capas de muro.
Por parte del autor podría ser una análisis hasta llegar a un punto “cero” y, una vez llegados allí, demasiado débiles para seguir en una especie de “revolución humana”, tapamos, cerramos, regresamos de nuevo en nuestras viejas fobias, opiniones, maneras de pensar.
Un mensaje, el del autor, que nos revela, sin duda, un estado de ánimo íntimo y que quiere ser fortalecido por esas acciones repetitivas. De hecho la acción repite a si misma y crea un círculo cerrado, hay mucha confusión y desorientación: no sabemos adónde estamos, en qué punto de la casa nos encontramos, pero tenemos la posibilidad de hacer luz, de buscar una manera para “salir”. Tenemos el deber de crear tensiones para hacer espacio a todo lo que es “nuevo” y lo que ya existe en nuestra vida.
Barbara Bacconi
Art Curator
ARTIUM, Vitoria-Gasteiz 2011
BARBARA BACCONI
Etiquetas: casa, gregory schneiner, tedesco